Viajeros con cama

lunes, 27 de febrero de 2012

Terribles confesiones de un telemirón cualquiera


Hoy ando en un auténtico dilema. Más que existencial, tiene naturaleza televisiva: echan a la misma hora una buena peli –de cierto nene italiano que, a ritmo de Morricone, colecciona los trozos del celuloide censurado- y un reality en el que un maromo recibe los favores de unas cuantas pretendientas sumisas a las que debe beneficiarse en orgías de jacuzzis y pezones asomados al mismo tiempo que obtienen el visto bueno de una madre puritana.
Podéis decir: pues menudo dilema más idiota. Os la puede también soplar mi vida, por supuesto; sólo faltaría.
Confesado esto, puedo añadir que nunca me han tirado mucho los realities y los debates rosas y demás telemierda, pero bueno, uno tropieza con algo y se engancha, sin más drama. También me engancho de vez en cuando a documentales sobre el último emperador chino o la violencia de género en Pakistán, por ejemplo. Que la telebasura ocupa demasiado no es discutible, pero, ¿por qué aniquilarla del todo, como quieren o dicen querer todos? Total, es otro espejo para vernos. Criticable, ya sé. Con unos valores rastreros, para qué negarlo. Aún me acuerdo asqueada de algo que vi hace tiempo: la supuestamente verídica y escrupulosamente filmada experiencia de un hombre que, deformado por una pasada obesidad, fue sometido en directo a una operación financiada por la productora del programa para recuperar la figura y la vida normales. Entre víscera y cosido y llantos maternos, todo religiosamente mostrado a cámara, no vi nunca ni una insinuación, por poca que fuera, a los buenos hábitos en la alimentación infantil como solución al problema: ¿para qué, si existe la cirugía, la solución milagrosa? Además, la dieta sana no da audiencia.
Pero, en fin; yo vivo, como todos, en un mundo extraño donde la apariencia manda y donde los idiotas se forran en concursos de inteligencia; así que digo, ¿y por qué no mirar? Tengo el criterio justo, justico, para no dejarme conmover a golpe de operaciones plásticas milagrosas, romances calentorros y salvajes peloteras familiares (supuestamente reales, todas), y por más artículos sobre sexualidad rosada y combinaciones estilosas de complementos y cómo-le-queda-a-la-Kidman-su-nueva-nariz que lea en la prensa marujil nunca me convencerán de que ese periodismo es el que hace algo bueno por el mundo. Me mostrará el viejo mundo, de una forma tontaina, sin ganas de mejorarlo; me hará reírme y asquearme, y conocer otro poco de las miserias de los hombres, y valorarles las virtudes, y ya está. ¿Quién dice que la radiotelebasura no tiene función y debe extinguirse? Yo, por lo pronto, y por la puñeta de no ser ubicua, le digo hoy ciao a Cinema Paradiso.

2 comentarios:

  1. Dispersarse en lo absurdo a a veces es tan necesario como profundizar en las esencias.

    Visitarte, un placer... me falto la foto.+

    Saludos almendrados ;)

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  2. Hola Diana, te leo y me parece que es la TV de mi pais. Concuerdo do Tey que hay que dispersarse, lo que no veo son esos reality de personas encerradas en una csa, creo que la vida se debe vivir y no mirar vivir la vida de otros.
    Espero que disfrutes lo que hayas seleccionado o de lo contrario el control remoto va y viene
    Un abrazo

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