Viajeros con cama

domingo, 21 de agosto de 2011

La gran cabalgata

En tiempos anteriores al medievo y a la propaganda, cuando la fe decaía, los líderes temían ver decaer también la sumisión de la gente. Después de mucho pensar, llevaron a cabo la solución más tonta de entre todas las soluciones posibles. Sacaron a un líder espiritual, le achacaron supuestas proezas, lo vistieron con oro y lo pasearon de esa guisa por las calles entre coreografías, violines y promesas de vida eterna. Sorprendentemente, la solución más tonta fue la que mejor funcionó. La gente, deslumbrada por la costosísima procesión, las carrozas de plata, la sincronía de los militares, los besos a tullidos y las monedas arrojadas, recuperó la fe. Creo que allí se inventó la publicidad. La Historia, a veces, es así de simple.
Ahora, pues lo mismo. En algunas cosas tampoco hemos evolucionado mucho, y nos siguen deslumbrando y persuadiendo estas muestras de poderío. A mí me pasa que cuando una noticia es sobreexplotada por los medios e hiperopinada pierde el interés. Es un síndrome que aún no ha sido bautizado con apellido de científico o nombre de héroe griego. Reconozco que a mí el asunto Papa me la traía un poco floja hasta que ayer me paseé por Madrid y me costó lo mío cruzar Goya. Pero, quitando el cabreo de tener que deambular entre parroquianos a velocidad del que tiene como perspectiva la vida eterna, el asunto me genera un poco de indiferencia. A ver si me explico. La suculenta primicia de que “un líder espiritual llega a una capital y se pasea” me parece poca cosa como para ocupar todo un día de informativos. Pero claro, quién lo va a ver raro: la propaganda embelesa.
Por supuesto, lo más interesante de todo esto es la gente. Este tipo de sucesos permite ver por dónde cojea cada cual. Eso sí que es divertido. Los eternos grupúsculos surgen de sus invisibilidades y cacarean a coro siguiendo religiosamente al primero que haya cacareado. Así, en la ensaladilla de libertad de expresión y corrección política, todos tienen oportunidad de opinar, y por cuestiones de la no infinitud espacial de la capital española es obvio que acaban dándose de morros la marcha santurrona, la marcha laica, la marcha anti-marcha-laica, los que quieren ser mártires de la homofobia y la jesusitofobia, los partidos políticos y los que mueven y cuelgan de los hilos, y ahí suelen darse como viene siendo normal las hostias de rigor (sin las que tendemos a creer que una ideología no vale un carajo).
En fin, me parece todo un interesante teatrillo donde se pone a prueba la tolerancia de aquéllos que, en el bando que sea, predican tolerancia sin tolerar. Voy a decir que todo este tinglado no es más que un estudio psicológico a grandísima escala, pagado por nosotros. Un estudio bien caro, eso sí. Y voy a cambiar ya la noticia, para ser sinceros, que tanta misa aburre.

2 comentarios:

  1. Comparto tu opinión. Y me agrada demasiado encontrar a alguien que se exprese con tanta sinceridad. En este teatro de la humanidad todos somos títeres del momento y el lugar en el que nacemos y vivimos. La publicidad, que nación con el hombre, maneja los pensamientos, los deseos, las ilusiones y hasta la espiritualidad de los humanos que, no por el hecho de tener conciencia y poder hablar, son seres libres, como bien pretenden hacer creer en estos tiempos de falsas ilusiones y libertades. De todas maneras, el humano no nació para crear individualmente pensamientos propios; y quienes si logran hacerlo (una minoría) son vistos como locos, desquiciados, y a veces hasta como peligros sociales. mejor dejar que el mundo continúe su pantomima, e intentar buscar refugios personales. Un saludo.

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