Viajeros con cama

jueves, 7 de julio de 2011

La maldición

Si hablo de libertad,
los caminos se decoloran
y, por no sé que molesta magia,
los mapas se vuelven arena
al desdoblarlos. 

Si hablo de calles
estallan en trizas los azulejos
a ritmo de sílaba.

Si hablo de junglas 
origino deforestaciones
mientras los verdaderos hombres de los laberintos
me acusan
de conocer sólo el desierto.

Si hablo de tu cuerpo, de tu sexo maravilloso,
ahí ocurren cosas trágicas:
los espejos dan la espalda, los condones se caducan,
las sábanas se vuelven una tundra de acceso no recomendable,
y los dedos
enferman
como animales en jaulas,
y toda la piel rechaza el tacto ajeno
con reacciones alérgicas.

Si hablo de amor…
bueno,
¡nunca lo he intentado!

Por descarte, por desahogo, me quedan
las cosas irreparables.
Los fuegos que ya no queman,
los cuchillos que ya no cortan,
las soledades que ya
no enderezan los espejos.

Y me basta.

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