Viajeros con cama

lunes, 8 de noviembre de 2010

El tiempo del aprendizaje

El hombre camaleón ya estaba del todo integrado en la sociedad de los hombres.
Desde el día que lo encontraron en aquella fría jungla, donde había sido abandonado entre reptiles antes de aprender a balbucear, habían pasado al menos veinte años. Ya sabía caminar sobre dos extremidades, hablaba con cierta fluidez, se había acostumbrado a afeitarse y había superado sin secuelas la más grande frustración de su infancia: la de su imposibilidad para alterar el color de su cuerpo. Además, sus hábitos gastronómicos se habían transformado del todo, para su alivio: desde que tenía memoria siempre le asquearon secretamente las avispas.
Sin embargo, incluso en su vejez, había un detalle que sorprendía a su mujer y era rescatado sin tregua por los periodistas que le asediaban con cada vez menos frecuencia: nunca aprendió a encontrar ofensivo el gesto de sacar la lengua. Sus conocidos, viendo que la curiosidad no afectaba excesivamente a su vida cotidiana, lo dejaron por imposible.

3 comentarios:

  1. Pues yo lo envidio mucho: no sacar la lengua es una de las primeras cosas que aprendemos con la doma. Magnífico relato, para mi gusto, lleno de sugerencia, con un punto de rebeldía, otro de surrealismo, una pizca de lirismo... están todos los ingredientes muy bien mezclados!. Un abrazo.

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  2. Me gusta este relato, pero El poeta en la ciudad, joder, me parece magnífico!

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  3. jaja, mil gracias a los dos por a) visitarme b) leerme, que ya es otro mérito c) comentarme y subirme amablemente la moral jeje

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