Viajeros con cama

jueves, 21 de abril de 2011

El cuento negro de la inocencia

Un día los títeres murieron. Nadie supo bien por qué. La tragedia no tuvo inmensas repercusiones, porque apenas se percibió demasiado: los antiguos levantadores de risas, al borde de sus cuerdas, seguían realizando aún cadáveres los movimientos de sus épocas de vivos. Pero ya era distinto. Era difícil apreciarlo, pero no imposible. Sus danzas, sus chistes estúpidos, sus recitales de poesía ya no era más que burdos simulacros de vida, sin espíritu, sin delicadeza, sobrecargados de una simpatía mucho más que macabra. Era una mano ajena y aterradora la que -sin escrúpulos- les imprimía esa vida artificial, espantosa en su falacia. No todo el mundo lo veía. Los padres miraban el baile de los cuerpos muertos y aplaudían, satisfechos en su aparente ignorancia. Sólo se dieron cuenta de la tragedia, y muy intensamente, los niños. Todos miraron la pantomima con grandes ojos grises, y no aplaudieron. Ya nada era igual. Quién sabía por qué.
dibujos ruinmente robados a: laia arqueros

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