El explorador en las catacumbas de Paracas encuentra, soterrado entre pedruscos, un envoltorio más grande que él mismo.
Es un paquete ahumado, sedoso. Lleno de geometría y bisutería inca, con alfileres de oro de las pampas, la tela lindísima la debieron hacer a mano –deduce- mujeres de dedos monocromáticos, de gran maquinaria a base de palo y arácnido.

Pero cuando la tela con tinta acaba de desandar sus espirales ceñidas, el explorador encuentra dentro sólo unos huesos y, adherida a ellos, algo de carne momificada. Entonces descubre que para que el hombre celebre la vida no hacen falta los tesoros y las felicidades, sino una cosa mucho más simple: recordar que la vida se tiene, mirando en la muerte de los otros.
me pregunto casi siempre si leer
ResponderEliminartambién es una forma de muerte
y con leer hablo de lo grande, vos sabés a qué me refiero
un abrazo
La muerte es un misterio que alimenta las ansias de seguir vivo... Reflexión en tus palabras, pensando en ella acabo de encontrar mi propio tesoro.
ResponderEliminarSaludos almendrados ;)