Viajeros con cama

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Los nuevos malditismos

Yo antes (no mucho antes, pero sí un poco antes) veía las cosas diferente de lo que eran.
Las veía más oscuras, más borrosas. Las lentes graduadas no lo corregían. No era mera cuestión ocular. Sobra decir que la vida bajo esa mirada era empinada, rasposa. Las cosas ajenas dolían más, el suicidio era el final feliz de todos los cuentos, y la disposición a lanzarse a mejorar o destruir el mundo (pero nunca a dejarlo igual) era mucho más grande que la que tienen las gentes satisfechas.
Me llevaron a un hospital lleno de lunáticos que salían felices y cegatos. Me dieron unas pastillas y ya vi mejor. Es fue todo.
Sí, si yo estoy de acuerdo, el malditismo es cojonudo. Es la mejor forma en que un hombre puede valer la pena, dejar un mundo distinto al que se encontró. Todos somos jóvenes algún día y queremos ser Baudelaire, queremos ser Poe. Debía joder mucho estar dentro de la cabeza de Poe, pero qué buenos relatos. Nadie se hubiera atrevido, más que el elegido por el puro azar. Eso es lo hiriente (que nadie quiere, pero alguien debe).
Desde que vine del hospital de lunáticos, ya no veo igual. Simplemente miro sin ver, sin preguntarme, sin querer saber cómo de distorsionadas llegan las imágenes a mi retina, y de ella a mi cerebro. Tampoco me interesa cómo se distorsionan todas las imágenes en todas las cabezas del mundo. "Sin preguntarme": ese es el progreso. El que no necesita bastón no se pregunta cómo es un bastón, y el que duerme bien no sabe si existe o no la noche. Siguiendo con las metáforas: alguien que se ducha con agua fría nota más que existe el agua. Ahora, ya dejándonos de metáforas: el que sufre nota más la vida. A veces, terrible inmunidad, se me llega a olvidar que hay gente que sigue sufriendo aunque yo no sufra.
Ya no soy todo lo humana que era. Pero ser feliz, francamente, importa más. Antes era trascendental; ahora considero el amor como el paso más fiable hacia el polvo. Es el mundo del aquí-ahora: canjear la leyenda a cambio de la vida. Yo puedo pagar el precio de la mediocridad. Adiós al romanticismo. 

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