Hay un momento de absoluto equilibrio. El secuestro resulta un éxito, se me hielan los pies de ver a la McDormand caminar entre la nieve y me comienzo a cagar en todo aquel que dice que por qué escuchar música triste para ponerse aún más triste, o por qué ver películas de violencia cuando la vida está demasiado llena de sufrimiento.
Nada como una peli de gángsters. Ese apetito rompe-rutinas que nadie puede saciar haciendo una escapadita a la sierra o iniciando una colección por fascículos lo calma el arte de manera segura, indolora; el cine te introduce en el gaznate la adrenalina del mafioso sin mancharte a cambio los mocasines. Así es. Los Coen me evitan por una semana más que tenga que salir a asesinar a alguien, o a maquinar un secuestro despiadado.
Las pistolas se desgañitan de poesía. Muera la inmunidad.
Steve Buscemi, el hombre de la voz de helio, en Fargo |
Gran Buscemi! :)
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