Viajeros con cama

domingo, 19 de junio de 2011

La urraca

Por mi pueblo me he encontrado hoy un paisaje macabro: el suelo estaba lleno de cadáveres de polluelos. No hay ficha policial para esta tragedia. Al parecer existe alguna especie de urraca que arranca los huevos ya quebrados de los nidos, para devorarlos, para vaciar de inquilinos los hogares, o para simplemente demostrar su superioridad al perverso estilo cuco (ese ser que despierta repugnancias desde el fondo de los documentales naturales), dejando hogares huecos y padres desorientados.
Es este un holocausto paralelo, que no altera nuestras vidas corrientes de hombres, apenas nuestras calles limpias. La más terrible cara de la naturaleza se muestra a gusto, con saña, en una dimensión para nosotros velada o voluntariamente ignorada, y así seguimos, sin casi notarlo –sólo algún niño se entretiene husmeando un cadáver descompuesto antes de ser alejado a rastras por un padre cauteloso-, y la vida sigue plácida, la panadería, las calles del colegio, los ancianos en sus puestos de vigilia, los parques y las asambleas y los perros paseados, y todo sigue más o menos igual mientras abajo, en el espacio de la vileza, el hueco para las miserias aceptadas por inevitables, se dan las aberraciones venidas de otro universo, sin que lo sepamos, sin que nos inmute su horror. Y así hacemos ante todos los espantos, del mundo, los ajenos y los creados por nosotros, que transcurren paralelos. A veces somos nosotros la urraca, generalmente sin saberlo.

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