Viajeros con cama

miércoles, 29 de junio de 2011

Celuloide II

Crees entonces que la soledad no es una opción, nunca más. Que, desde hoy en adelante, y el adelante es un infinito acuoso, el brazo que te falta va a ser un miembro fantasma que privará de calor en las heladas y picará sin consuelo en las noches sin luna o sin sexo.
Crees en esas cosas y dejas de creer en todas las demás, por tedio, por tristeza.
Pero, de pronto, un director que no te conoce te habla de tu vida. De tu vida, tal cual; con detalles, con antecedentes maquillados. Cabrón adivino.
Y, con el uso vanidoso de unos cuantos travellings y luces favorecedoras, te muestra todas las bellezas del mundo incidiendo precisamente en las que abundan en tu propia vida. Cabrón con puntería.
De pronto el metro es un escenario épico. Los perros traman atracos; las casualidades existen; los caminos se separan y se unen de nuevo una vez y otra. El amor es tan lindo como si fuera posible acabar sin muerte, o como si un pestañeo pudiera mecer los embalses.
Y, con los créditos, con la satisfecha y triste exposición de caligrafía y sintonía -para caer en un final que nunca es la muerte-, la vida es hermosa y no hay explicación posible para semejante embrujo… ni la encontrarás, aunque busques, hasta la siguiente ronda de hechicería.


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