El rey, como era feo y el bisturí no estaba muy evolucionado, recurrió a una solución radical: sometió a todo su reino a una operación de reducción de visión, financiada por él. De forma que toda la gente podía distinguir sólo sombras o manchas borrosas, y no fealdades ni bellezas ni otras nitideces.
Sin embargo, no contó con algo evidente: que todo cambio genera una nueva escala de valores. Que de un bosque talado también surgen enanos y gigantes, si os van las metáforas. Así que los súbditos del rey, sumisos y cegatos, comenzaron no obstante a habituarse a las sombras y las manchas, a hacer lógico el borrón; y dentro del mundo sin nitideces aprendieron de nuevo, a fuerza de observaciones tullidas, a distinguir líneas, y claridades, y después fealdades y bellezas. De modo que el rey y su fea cara no tuvieron escapatoria. La cirugía se empezó a desarrollar entonces, como recurso de emergencia.
toda ceguera es invasiva.
ResponderEliminarSaludos desde Venezuela.
(Te sigo)
Es un relato crudo y encantador a la vez. Felicidades. :)
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