Viajeros con cama

lunes, 24 de enero de 2011

Las palabras que sobrevivieron al plástico

Todo empieza a ser siniestramente artificial, alrededor. De una forma grácil. Como intentando que no se note demasiado. Como si alguien (e imaginar quién es lo verdaderamente acojonante) se molestara en hacer de este mundo un reducto de mierda muy perfumada, tremendamente perfumada, para que todos caminemos eternamente sin que nadie se de cuenta nunca de que camina sobre mierda.
Es lo de que la guerra es la paz. No hace falta gran hermano. Pueden hacernos creer de todo. ¿La rebeldía?: Lady Gaga; alguien que no es rebelde ni hace música nueva, pero que “se viste raro”. Los rebeldes: los que se visten raro. ¿Para qué vamos a andarnos con complicaciones? Los premios, para los guapos. Los valores: la autenticidad, el cocido madrileño, el do it yourself, los vaqueros rotos… pero todo comprado, cocinado, roto de fábrica. Zurcido industrial; descosido decorativo. Los opuestos, que se tocan.
Pero nos cambian el lenguaje, y no lo notamos. O, mejor dicho, basta ya del “enemigo-abstracto” de Orwell: nosotros mismos lo hacemos.
Nosotros nos cambiamos el lenguaje. Nosotros nos engañamos. Nosotros llamamos tradicional al cocido de lata. Nosotros consideramos punki al vaquero roto de Berska. Nosotros nos creemos que los Oscars se los dan al mejor actor. Nosotros nos autoconvencemos de que Lady Gaga es el icono absoluto de rebeldía. Y, en fin, así nos va.

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