Nazco dentro de un espacio concedido a mí. Me entregan, como a todos los hombres, un vale por una gran porción de vida, a mí concedida.
Comienzo de forma lenta (y sigilosa) a ser mayor que mis viejos ídolos. Que Sid Vicious y Rimbaud. Que Francesca Woodman. Dejo de querer romper guitarras y fotografiar tortugas, de todos modos.
Construyo castillos con trozos de mis cicatrices y de mi piel impoluta. Libero la arena de los relojes.
Me voy como Virginia. Con piedras en los bolsillos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario