Viajeros con cama

sábado, 2 de marzo de 2013

Dos poemas ajenos


A los veinticinco años

La gente de Madrid se mata a los veinticinco años.

La gente de Madrid nace
blanca y crece en rojo,
pero se mata a los veinticinco años.

La gente pinta y sueña
cometas y bufandas,
pero se mata a los veinticinco años.

Se abre en la cuna
y ríe adolescente,
pero se mata a los veinticinco años.

Se cuelga en la soga de la hipoteca.
A los veinticinco años.
Se tira del séptimo del matrimonio.
A los veinticinco años.
Se toma el veneno de los hijos.
A los veinticinco años.
Se pega el tiro de las ocho horas.
A los veinticinco años.

Aquí siempre trabaja el mismo marmolista.
Raquel Merino: muerta a los veinticinco años.
Aurelio Guerrero: muerto a los veinticinco años.
José Carvajal, Julián Gómez, Rosa Cañas,
tus amigos no te olvidan: muertos
a los veinticinco años.

¡Si hubieran salvado a su héroe!
¡Si hubieran vivido a contramuerte!
¡Si hubieran sembrado claveles con alas
o lunes trepando por los trapecios!

A los veinticinco años.
La gente de Madrid se mata a los veinticinco años.
Fallecida de muerte natural
a los veinticinco años.
Mestizaje

Del posado de una mariposa azul sobre una rosa amarilla advierto tres posibles:

a) Que la mariposa se torne amarilla ante las leyes españolas de la rosa. 
 
b) Que la mariposa defienda su azul contra las patrullas de extranjería.
 
c) Que la mariposa y la rosa se vuelvan verdes en el cruce apet(alado).

Abajo las rosas que insisten en su amarillo y abajo las mariposas de azul obcecadas. Vivan los pétalos y vivan las alas que estallan de verde en todos sus pensamientos.

Porque la mariposa no es más que una rosa de aire.
Porque la rosa no es más que una mariposa de tierra.





Nunca pongo obras de otros, pero, al carajo, hoy hago una excepción. Maravillos Batania.

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