Viajeros con cama

domingo, 26 de diciembre de 2010

Apuntes extragalácticos 3: la música

En nuestro riguroso estudio de los seres humanos, hay algo a lo que nos ha costado un esfuerzo extra adjudicar utilidad práctica. Dentro del arte hemos llegado a comprender el placer existente en la ingesta de imágenes (cine, fotografía, pintura) e incluso cómo la unión de un número de palabras limitado creando combinaciones de posibilidades infinitas puede llegar a producir en la mente humana evocaciones, abstracciones e ideas nuevas -por medio de complejos mecanismos recordatorios e imaginativos-, que en conclusión proporcionan un goce enrevesado. Sin embargo, no es de extrañar que lo que más nos haya costado comprender sea la más intangible de estas técnicas: la música.
Ésta, consistente en una cadencia sonora que se coordina milimétricamente pero que finge un divertido desorden, que imita los latidos de las bestias, las fierezas de las olas, la simetría del batido de alas, no presentaba un uso útil inmediato. Los otros artes pictóricos y descriptivos copiaban la realidad, y eso podía tener una función lógica –aunque para nosotros incomprensible-; la música, no. Sus ritmos artificiosos no se parecían a nada ya existente en la naturaleza, del modo que un bodegón se parece a los pimientos o una elegía, a la muerte. Era un enigma.
Procedimos a un número incontable de estudios analíticos. Aniquilamos una a una nuestras hipótesis con furia científica. Ni la música era vitamínica, ni el ritmo de la batería aumentaba la producción de hormonas del éxito, ni el chirrido del saxo rejuvenecía la piel. Tampoco los hombres entregados en masa a antiquísimas reuniones de éxtasis rítmico, en las que se desencajaban al más férreo unísono melenas y corazones, parecían obtener nada material de la extraña experiencia. Sin resultado, pero comprobando sus estados de embeleso, de excitación muscular, de éxtasis subterráneo, decidimos derrumbados apuntar una nueva realidad en nuestros cuadernos: que el hombre era el único que podía –magia asombrosa- extraer placer incluso de las cosas incomprensibles.
 

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